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Ercole Lissardi - Edén - NOVEDAD EDITORIAL

Edén, Ercole Lissardi, los libros del inquisidor, Buenos Aires, 2023 (novela).

Distribuye en Argentina La Periférica


Foto: Marcelo Bonaldi



Incapaz de dar el primer paso para buscarla, pero incapaz también de borrar de mi mente todo el asunto, a la variedad de angustias que venía padeciendo agregué la de comenzar a revivir con espantosa intensidad aquella felicidad tan absurdamente perdida y tanto tiempo olvidada. El manso pero incesante aluvión de recuerdos comenzó a emerger por entre el caudal cada vez más pobre de intereses y entusiasmos que alimenta mi vida de fulano llegado a la edad en la que ya no importa nada. Doloroso recordar que había vivido en estado de Gracia, fuera del Tiempo, en un Edén ganado sin mérito ni esfuerzo alguno, por el solo hecho de habernos encontrado, de habernos visto e instantáneamente habernos amado.


¿Cuánto duró el Edén? ¿Cuatro, cinco años? Todo el bachillerato y tres o cuatro años de Universidad. ¿Mil quinientos, dos mil días? ¿Más? La máquina de recordar se apoderó de mí, el horror de lo absurdamente perdido me crucificaba cada día, la supe capaz de desenterrar un recuerdo para cada uno de esos miles de días, y supe que no podría defenderme, que estaría entregado a esa tortura infinita, infernal. ¿Con qué se defiende uno de la memoria enfurecida cuando la mente y el alma están ya vacías, vaciadas por la decepción y por el desengaño, por el fracaso sin vuelta atrás y sin atenuantes a que nos ha arrojado la vida?


Desde el embotamiento comencé a comprender que la única salida de aquel laberinto de dolor, la única manera de protegerme de la angustia de recordar, era buscarla, ocupar mi mente y mis días en buscarla, en encontrarla si es que aún estaba viva. ¿Para qué, para recuperar lo perdido? No, tal cosa no podía ser sino imposible. Más bien para envenenar a la máquina de recordar, decepcionándome también de Irina, destruyendo mediante su real realidad, su vejez, su presencia marchitada, sus fracasos, su segura estupidización por la vida, esa idealización como Ángel de mi Edén. Recuperaría así la plenitud de mi vacío terminal, la espera de mi Muerte, espera estúpida como la de un animal en el matadero, pero que tendría ahora la ventaja de ya no doler más, de ya no esperar nada bueno ni malo, solo terminar y desaparecer.


(Fragmento.)


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