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Ercole Lissardi - El desnudo masculino II

En mi artículo anterior sobre el desnudo masculino intenté establecer como una especie de axioma, que en la fotografía artística de desnudo masculino, el punctum a partir del cual se organiza la lectura de la imagen, está constituido por los genitales masculinos, estén estos plenamente presentes en la imagen, o estén presentes a través de la ocultación o la ausencia.


La variadísima fisionomía de los genitales masculinos, así como las amplísimas posibilidades de metaforización que ofrecen –para muestra valen los numerosos vocablos con que se alude a ellos en el habla cotidiana y popular-, permiten a la mente creativa renovada originalidad al representarlos en la imagen.


Ahora bien: si abandonamos la sola consideración de nuestro punctum, es evidente que se impone de inmediato a la consideración un, llamémoslo así, sub-punctum igualmente ineludible: el rostro. En la medida en que forme parte de la imagen –puede estar excluido, por supuesto-, el rostro humano concita esta atención de segundo grado.


Estando ambos presentes, punctum (P) y sub-punctum (SP) conforman, remitiendo el uno al otro, un eje de lectura a partir del cual se organiza la lectura de la imagen. P y SP, pene y rostro, dialogan entre sí y al hacerlo distribuyen sobre el resto de la imagen diversos grados de valor o interés.


Para apreciar lo aquí presentado podemos volver sobre Thomas, 1986, de Robert Mapplethorpe (Ver: https://www.lissardigrynbaum.org/post/ercole-lissardi-el-desnudo-masculino). Allí apreciamos un máximo de intensidad en el diálogo P/SP. Si las líneas de la composición (brazos, piernas, luz y sombras) convergen sobre el punctum entendido como fuente generadora de energía, esa potencia a su vez fluye hacia la cabeza, el cráneo, a partir de donde se distribuye en todas direcciones hasta destruir el marco en que la figura humana se encuentra atrapada. O hasta sugerir que por medio de ese circuito P/SP, cuerpo y alma, potencia y voluntad, es como se puede hacer estallar el rígido marco que atrapa a la figura.


De más está decir que en la inmensa mayoría de las fotografías de desnudo masculino artístico que podamos encontrar, no existe diálogo alguno P/SP. Sólo en la obra de arte, producto de la mente creativa, ese diálogo encuentra su camino. En lo que podemos llamar “desnudo masculino vulgar” –la gran mayoría de los que el libro de Taschen presenta- se nos ofrece una mitad de arriba del cuerpo y una mitad de abajo, sin diálogo alguno, sin comunicación, sin circuito creativo. No se trata de desnudo artístico sino de meros retratos. El absoluto divorcio, la ausencia de tensión entre P/SP elimina cualquier veleidad de valor artístico. Si con los rasgos de una cara no es difícil armar algo que parezca expresivo, tan forzado como se quiera, con los genitales es difícil evitar que no luzcan como el triste colgajo masculino, más o menos simpático, pero siempre trivial y estúpido. Esta es la verdadera razón por la que no abunda, ni hecha por hombres ni hecha por mujeres, la gran fotografía de desnudo masculino. Como intuyó René Ricard, es difícil zafar de lo “decorativo”, de lo vagamente “divertido”. Fotógrafos y modelos lo saben y prefieren eludir el riesgo. Sólo a la pornografía le interesa el campo.


Tómese nota de la gran paradoja: el trabajo sobre el punctum es la condición de existencia del desnudo artístico masculino, pero a la vez es aquello que, para la inmensa mayoría de los fotógrafos, lo hace imposible, porque el trabajo artístico sobre ese punctum exige el máximo de talento: sólo es posible para los Maestros.


A la mente creativa la configuración del eje P/SP le ofrece infinitas variantes: analogías, identidades, diferencias, tamaños, formas, rasgos humorísticos, etc., proveen de multiplicidad de proyecciones simbólicas y de metaforizaciones desde uno y desde el otro extremo del eje, a las que se suman las dialécticas propias de la presencia y la ausencia, del mostrar y el ocultar.


Tomemos otro ejemplo: Charles Bowman, Torso, 1980, también de Mapplethorpe (ver entrada del 27/6/15) demuestra por vía de su ausencia la fuerza ineludible del eje P/SP. No nos equivoquemos con esta imagen, parece pero no es la típica representación del torso masculino. Con precisión quirúrgica los bordes del cuadro cortan de manera de ocultar los extremos del eje. Justo en la punta del hirsuto pubis y antes de que comience el tallo, y justo en el eje de las axilas, antes de que aparezca en cuadro la barbilla. El corte es tan justo que nuestra mirada busca y mentalmente reconstruimos lo que se nos niega. Podríamos llamar a la foto Decapitación y castración, o Excitación y frustración de la mirada. Lo que está en juego es el eje P/SP. Sólo en un movimiento nuestra mirada divaga, sin anclar, en el triángulo entre el ombligo y las tetillas.


Marc Stevens (Mr. 10 1/2), 1976,

de Robert Mapplethorpe


La mirada más cruel sobre el eje P/SP se da en Marc Stevens (Mr. 10 ½), 1976, una vez más de Mapplethorpe, que se reproduce en esta entrada. El extremo SP está fuera de cuadro, pero está poderosamente activado por el P, plenamente presente. Se trata de una especie de doble o triple travestismo en el cual el atuendo de cuero, sadomaso, se vuelve delantal de cocinero, o peor, de matarife de carnicería, y el animalito extendido sobre la mesada bañado en una luz blanca, como de quirófano, espera el momento en que se le corte en rebanadas.


En mi próxima entrada intentaré aplicar al desnudo femenino las axiomáticas elaboradas para encarar el análisis del desnudo masculino. Semejante operación nos permitirá quizá mirar en una nueva perspectiva a un género artístico abundantemente transitado en nuestra cultura.


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