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Ana Grynbaum – Menos que ángeles, los personajes de Barbara Pym

Al final de estas vacaciones, para resarcirme del trabajo intelectual, me dispuse a leer una novela por mero deleite. Elegí Un poco menos que ángeles (Less than Angels,1955), de Barbara Pym.


Pese a lo terso de la escritura de Pym me costó bastante entrar en la narrativa. Durante los últimos meses estuve demasiado comprometida en la búsqueda del gran pez como para luego adentrarme fácilmente en una escritura de tono menor. Sin embargo, encaré el esfuerzo, porque lo primero que leí de esta autora, Mujeres excelentes, me gustó tanto como para alentarme. Y el esfuerzo dio sus frutos.



No ángeles sino humanos y británicos

El título del libro alude a un verso de Pope perteneciente a su Ensayo sobre el hombre (1734-1735): “Y poco menos que un ángel, querría ser aún más” (p. 262). La referencia aparece en una conversación entre un antropólogo senior y varios jóvenes antropólogos aspirantes a una beca. Es que la trama se teje entre varios antropólogos londinenses y algunas personas de su entorno.


En común con Pope tiene Pym su fe religiosa y el tan británico gusto por la escritura satírica. La mirada de la autora sobre sus personajes, aun si crítica, nunca deja de ser compasiva. Ellos son criaturas, que a menudo pecan de creerse más de lo que son y emprender locas aventuras. Aun así, resultan queribles. 


En la peripecia de los muchos personajes de esta novela dos temas corren en paralelo. Por un lado, el estatuto de los antropólogos ingleses durante el Siglo XX, en su peculiar vinculación con los pueblos salvajes que son motivo de su labor y condicionan su existencia. Pym parece de la idea que los antropólogos harían mucho mejor quedándose en casa para estudiar su propia sociedad.


Por otro lado, la narración es en sí misma un estudio de antropología (sociología y/o psicología) acerca de las relaciones entre los hombres y las mujeres en una época (década de 1950) en que los roles adscriptos al sexo están a punto de entrar en el gran cuestionamiento del género que nos atraviesa hoy. Para el lector actual, el texto presenta ese plus de interés.


El personaje principal, Catherine, es escritora en revistas para mujeres. Contra los prejuicios que tal ocupación puede despertar, se trata de una persona culta e inteligente, cuyos análisis y acciones aportan las mejores partes de la historia. Por ejemplo, la memorable hoguera en que ayuda a un antropólogo anquilosado en la frustración a quemar todos los papeles que le pesan, quema que tiene lugar en la tradicional noche de Guy Fawkes en el jardín de una casa de barrio londinense.


El estilo narrativo, de apariencia simple, responde a un habilísimo trabajo con el lenguaje. Ciertamente su humor es más que sutil, asordinado, y le permite a Pym una crítica desde el amor. De la socarronería hasta el sarcasmo, la autora conoce a sus personajes profundamente porque los ama. El conocimiento nace de la empatía.


Es en tal tono satírico pero comprensivo que se desarrolla la peripecia del grupo de los antropólogos y sus allegados, no en las hazañas de sus trabajos de campo situados en tierras míticas, sino en el ámbito de su cotidianeidad, allí donde la ideología juega sus partidos realmente.



El Otro es el indígena

Un buen complemento para la lectura de Un poco menos que ángeles es el clásico de Edward Saïd, Orientalismo, libro que enseña hasta qué punto el propio concepto de “Oriente” es un invento occidental, una forma de reconocerse en un espejo deformante. Las otras culturas devienen el Otro, un fantasma eurocéntrico.


La novela explora cierta cara absurda de la pasión por lo salvaje y lo primitivo supuesto a otros pueblos, la forma en que esta cuestión casi delirante afecta la existencia de quienes se entregan a ello. Este absurdo, sobrepasa los límites de la comedia para alcanzar el drama personal, pero me abstengo de incurrir en spoilers.


En la crítica al racismo y al imperialismo emerge un folclore que Pym aborda como parodia, en una imaginería que calificaríamos de infantil si no conociéramos las consecuencias.  

“Catherine pudo vislumbrar los pensamientos que acechaban tras el rostro estupefacto de Rhoda, el vocerío de la turba de cuerpos negros blandiendo lanzas, o la flecha taimada con la punta recubierta de un veneno para el que no se conocía ningún antídoto, disparada desde una rama colgante de un imponente árbol de la selva.” (p. 301)


Entre las múltiples referencias, en el terreno de las complejas relaciones que los estudiosos y aventureros británicos establecieron con otras culturas, no falta la mención a ese personaje especialmente enigmático y ambiguo que fue Lawrence de Arabia.

 

El Otro es la mujer

Desde la perspectiva androcéntrica el Otro es la mujer, el continente negro al que el propio Freud aludió. El enigma del goce femenino, imposible de resolver sin cambiar el punto de vista.


A Catherine le gustan los hombres, pero más le gusta su soledad, que defiende contra cualquier promesa y de todo confort. Al igual que la autora, ella es una fina observadora de las costumbres y una humorista.

“(Catherine) experimentó toda la intimidad y la irritación que pueden derivar de la convivencia con personas de lo más agradables pero con las que no se tiene nada en común. (…) Comenzó a añorar su piso, su máquina de escribir y su peculiar vida solitaria.” (p. 315)

Respecto de Alaric, quien la atrae: “Se dio cuenta de que el único modo de reestablecer un contacto normal pasaría por volver a ser libre y vivir sola.”


Pym es capaz de hablar de sentimientos, particularmente de amor, sin que sus personajes femeninos mueran de sentimentalismo ni sobrevaloren a los hombres. Ellas son capaces de aceptarlos como son, pero cada una defiende, por encima de todo, su propia existencia.

“(Deirdre) Estaba demasiado confusa como para decir gran cosa, por la turbación de haber perdido un amor y aparentemente haber encontrado otro enseguida.” (p. 305)


La autora evita el patetismo cuidadosamente. Su postura, si no optimista, es sin duda positiva. Toma a las personas por lo que son. En tal sentido banaliza los temas trágicos de las novelas femeninas de la época. El primer amor no resulta privilegiado en relación con los sucesivos. Y en cuanto al último amor, imposible determinarlo, pues mientras haya vida hay deseo.


El relato busca ante todo la honestidad y discute desprejuiciadamente varias cuestiones que se adelantan a su tiempo, como la natural tendencia a la poligamia y la perennidad de la atracción erótica más allá de la edad. Tampoco falta lo que hoy se llamaría sororidad, especialmente en una curiosa escena donde las cuatro mujeres de la vida un hombre, se reúnen para recordarlo –siendo una de ellas su hermana-.


Pym despliega su capacidad tanto para viviseccionar los sentimientos como para reírse de la forma en que ellos complican a las personas. El humor le permite no detenerse ante las humanas contradicciones.

“Tal vez las mujeres que no habían llegado a saborear todas las experiencias que la vida ofrece desearan al menos poder disfrutar de las tristes: no necesariamente haber amado y sido amadas, pero al menos haber sufrido una pérdida, pensó (Catherine) con simpleza y sin cinismo.” (p. 303)


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Después de que sus libros fueran largamente subestimados e ignorados, casi al final de su vida Barbara Pym (1913-1980) alcanzó el reconocimiento que merece en la literatura del Siglo XX. Afortunadamente los caprichos del mercado nos permiten ahora acceder a buena parte de sus obras en español, incluso en el Río de la Plata.


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Las citas están tomadas de la edición de Gatopardo, Barcelona, 2018.

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