Aleijadinho, uno de los mayores exponentes del primer arte original americano posterior a la conquista europea, es un artista cuya obra circula sin nombre y sin firma, que realizó buena parte de la misma faltándole todos los dedos de los pies y la mayor parte de los dedos de las manos, y a juzgar por la inexistencia de retratos contemporáneos, se diría que no tuvo rostro, o al menos no un rostro que valiera la pena fijar para la posteridad. Monstruoso en toda la ambigüedad del adjetivo.
Retrato (imaginario) de Aleijadinho por Euclasio Ventura, Siglo XIX.
(Foto de janine Moraes)
Bautizado como Antônio Francisco Lisboa, nació en Ouro Preto probablemente en 1738 y murió en la misma ciudad brasilera en 1814. Escultor y arquitecto, trabajó en la órbita de la imaginería cristiana, realizando algunas de las obras más excelsas e imaginativas de lo que se ha dado en llamar el Barroco Americano.
Su obra se encuentra mayormente en el estado de Minas Gerais, en particular en las ciudades de Ouro Preto, Congonhas, Mariana, São José del-Rei y Sabará, destacándose, en el Santuário do Bom Jesus de Matosinhos de Congonhas, las estatuas de los profetas del atrio y el viacrucis, hecho en capillas de construcción independiente que contienen esculturas protagonizando escenas de la Pasión. En las ilustraciones aquí incluidas se ven algunas de estas obras, que es posible apreciar mejor en los varios documentales existentes (links al final).
Ángel con el cáliz de la Pasión, Aleijadinho, viacrucis, Matosinhos,
Congonhas (Foto de Tetraktys).
Nuestro artista es mayormente conocido por el apodo de O Aleijadinho, El Lisiadito, como secuela de una enfermedad que le hizo perder los dedos entre otros males. Pese al deterioro físico, que comenzó hacia los cuarenta años, siguió produciendo, haciéndose atar las herramientas a los muñones y llegó a vivir hasta los 76 años.
Hijo de portugués y esclava, originalmente esclavo él mismo, en vida su estatus era más parecido al de un artesano que al de un artista tal como ya eran estos valorados en la Europa de la época. Es probable que esa fuera la razón principal por la cual no firmaba sus obras. Por otra parte, en muchos casos participaba en trabajos realizados por grupos de artesanos y obreros.
Los diferentes retratos que se le dedicaron son póstumos, es decir: imaginarios. De igual manera es póstuma y está cargada de fantasía su primera biografía, escrita en 1858 por Rodrigo José Ferreira Bretas, aunque contiene la mayoría de los datos que hasta el día de hoy se conocen de Aleijadinho. Basada tanto en testimonios orales, incluido el de su nuera, como en el único documento crítico contemporáneo al artista, hoy perdido y conocido exclusivamente a través de Bretas. Se trata de un memorando de 1790, acerca de los acontecimientos notables de Minas Gerais, que incluye un informe sobre la situación de las artes, escrito por el Capitán Joaquim José da Silva. En esta, Aleijadinho, de 52 años y en el auge de su carrera, es referido como “el nuevo Praxíteles”.
La fascinación que me causó la narración de Bretas, sumado el hecho de que no existe una traducción al español, me llevó a traducir sus primeras páginas, en las que se dibuja un peculiar retrato verbal del artista, texto que presento a continuación.
Retrato (imaginario) de Aleijadinho por Henrique Bernardelli.
(Foto anónima, dominio público.)
RETRATO
En las ediciones del Correio Oficial de Minas, entre el 19 y el 23 de agosto de 1858, Rodrigo José Ferreira Bretas publicó: Trazos biográficos relativos al finado Antônio Francisco Lisboa, distinguido escultor minero, más conocido por el apelativo de Aleijadinho, que comienza así:
Antônio Francisco Lisboa nació el 29 de agosto de 1730 (actualmente se tiende a considerar que fue en 1738) en el barrio de Bom Sucesso, perteneciente a la feligresía de Nossa Senhora da Conceição de Antônio Dias. Hijo natural de Manuel Francisco da Costa Lisboa, distinguido arquitecto portugués, tuvo por madre a una africana, o criolla, de nombre Isabel, esclava de su padre. El padre liberó al hijo para su bautismo.
Antônio Francisco era pardo oscuro, tenía la voz fuerte, el habla arrebatada y el genio gastado. Su estatura era baja, el cuerpo lleno y mal configurado, el rostro y la cabeza redondos, y esta voluminosa. El cabello negro y anillado; el de la barba cerrado y abundante. La cabeza larga, la nariz regular y un tanto puntiaguda, los labios gruesos, las orejas grandes y el pescuezo corto.
Sabía leer y escribir, y no consta que hubiese frecuentado otra aula más allá de las primeras letras, aunque alguien pueda juzgar probable que haya frecuentado la de latín.
Atrio de los profetas, Aleijadinho, Matosinhos, Congonhas (Foto de Ricardo André Franz).
El conocimiento que tenía del dibujo, de la arquitectura y de la escultura fue obtenido en la práctica con su padre y, tal vez, con el dibujante y pintor João Gomes Batista quien, en la corte de Río de Janeiro (o de Lisboa, según nota del editor) recibiera las lecciones del reconocido artista Vieira, y era empleado como abridor de cuñas en la casa de fundición de oro de esta capital.
Después de muchos años de trabajo, tanto en esta ciudad como fuera, bajo la mirada y a riesgo del padre, que por entonces era considerado en la provincia como arquitecto principal, comenzó Antônio Francisco su producción en arquitectura y escultura, en lo que excedió a todos los artistas de este género que existían en su tiempo.
Hasta la edad de 47 años, en que tuvo un hijo natural, al cual dio el mismo nombre de su padre, pasó la vida en ejercicio de su arte, cuidando siempre de tener buena mesa y gozando de perfecta salud, tanto así que era visto muchas veces tomando parte en los bailes populares.
Desde 1777 en adelante las molestias, procedentes tal vez, en gran parte, de excesos venéreos, comenzaron a atacarlo fuertemente. Pretenden algunos que sufría el mal epidémico que, bajo el nombre de zamparina, poco antes había proliferado en esta provincia y cuyas secuelas, cuando el enfermo no sucumbía, eran casi infalibles deformidades y parálisis. Otros pretenden que se le había complicado el humor gálico (sífilis) con el escorbútico.
Profeta Isaías, Aleijadinho, Matosinhos, Congonhas
(Foto de Ricardo André Franz)
Lo cierto es que, por haber sido negligente con la cura del mal en su comienzo, o por la fuerza invencible del mismo, Antônio Francisco perdió todos los dedos de los pies, de lo que resultó no poder andar sino de rodillas. Los dedos de las manos se le atrofiaron y curvaron, e incluso llegaron a caerse, quedándole solamente, y aun así casi sin movimiento, los pulgares y los índices. Los fuertísimos dolores que de continuo sufría en los dedos y la acritud de su humor colérico lo llevaron, en ocasiones, al exceso de ¡cortárselos a sí mismo, sirviéndose del formón con que trabajaba!
Nota de Bretas: Aleijadinho acomodaba el formón sobre el dedo que tenía que cortar y ordenaba a uno de sus esclavos, que eran oficiales o aprendices de talla, que sobre él diese un fuerte golpe de machete.
Los párpados se le inflamaban y, permaneciendo en ese estado, exhibían su parte interior. Perdió casi todos los dientes y la boca se le frunció con la expresión del aturdido; la quijada y el labio inferior se le abatieron un tanto. La mirada del infeliz adquirió una expresión siniestra y feroz, que llegaba a asustar a quien fuera que la cruzara por casualidad. Esta circunstancia y la torsión de la boca le conferían un aspecto asqueroso y horrible.
Nota de Bretas: Se cuenta que habiendo comprado un esclavo de nombre Januário, atentara este contra su propia vida, sirviéndose de una navaja, habiendo dicho antes que lo hacía para no verse obligado a servir a un señor tan feo. El mal fue evitado a tiempo y, más tarde, fue este negro un buen esclavo.
Cuando en Antônio Francisco se manifestaron los efectos de tan terrible enfermedad, consta que cierta mujer de nombre Helena, domiciliada en la calle do Areião o Carrapicho de esta ciudad, dijo que él había tomado una gran dosis de cardina -así denominó a la sustancia a que se refería- con el fin de perfeccionar sus conocimientos artísticos, y de ahí le había provenido el gran mal.
Nota de Bretas: Pretenden algunos que la charlatanería de ese tiempo anunciaba a la venta una sustancia que tenía la virtud de aumentar las fuerzas de la inteligencia, o de extinguir la capacidad de sentir de un órgano y dar así ocasión de que se tornase más amplia la capacidad sensorial de los otros.
La conciencia que tenía Antônio Francisco de la desagradable impresión que causaba su fisonomía lo volvía intolerante e iracundo para los que le parecía estar observándolo aun sin intención. Sin embargo, era alegre y jovial entre las personas de su intimidad.
Su prevención contra los otros era tal que, aun tratándolo con maneras agradables, incluso con elogios tributados a su pericia de artista, él se molestaba, juzgando como irónicas y expresiones de mofa y escarnio todas las palabras que en este sentido le eran dirigidas.
El ascenso al calvario, Aleijadinho, viacrucis, Matosinhos, Congonhas (Foto de Ricardo André Franz).
En estas circunstancias, acostumbraba trabajar oculto bajo un toldo, incluso dentro de los templos. Se cuenta que un general –tal vez D. Bernardo José de Lorena-, que se encontraba cierto día presenciando de cerca su trabajo, fue obligado a retirarse por lo incómodo que le resultaban los granitos de la piedra en que esculpía nuestro artista y que deliberadamente hacía caer sobre el ‘importuno’ espectador.
Poseía un esclavo africano de nombre Mauricio que trabajaba como tallista y lo acompañaba para todas partes. Era él quien ataba los hierros y el mazo a las manos imperfectas del gran escultor quien, desde entonces, comenzó a ser popularmente conocido por su apelativo de Aleijadinho.
Aleijadinho llevaba una especie de aparato de cuero o madera continuamente aplicado a las rodillas, y en dicho estado era admirable el coraje y la agilidad con que osaba subir a las más altas escaleras de carpintero.
Detalle de Cristo cargando la cruz, Aleijadinho, viacrucis, Matosinhos,
Congonhas (Foto de Ricardo André Franz).
Mauricio era siempre socio de Aleijadinho en los salarios que este recibía por su trabajo. Era notable en este esclavo tanta fidelidad a sus deberes, siendo que tenía por señor a un individuo bastante débil y que muchas veces lo castigaba rigurosamente con la misma herramienta que le había atado a las manos.
Además de Mauricio, Aleijadinho tenía otros dos esclavos, de nombre Agostinho y Januário. Januário, también tallista, guiaba al burro sobre el cual colocaba a su amo para ser transportado.
Aleijadinho iba a misa sentado en una silla tirada de un modo particular por dos esclavos, pero cuando tenía que ir a la Matriz de Antônio Dias, contigua a la casa donde residía, era llevado a cuestas por Januário.
Aleijadinho en Vila Rica (actual Ouro Preto), escena imaginaria pintada por
Henrique Bernardelli entre 1898 y 1904 (Foto anómina, de dominio público).
Después de la fatal enfermedad que lo acometió usaba un sobretodo de grueso paño azul que le caía hasta bajo las rodillas, calzas y chaleco de cualquier hechura. Calzaba zapatos negros de forma análoga a sus pies. Traía, cuando iba a caballo, un capote también de paño negro, con mangas y cuello alto y un sombrero de lana parda, cuyas largas alas estaban sostenidas de la copa con dos ganchos.
El cuidado de hurtarse a la vista de las personas extrañas le dejó el hábito de trasladarse al lugar de trabajo por la madrugada y volver a casa después de cerrada la noche y, cuando debía hacerlo antes, se le notaba el esfuerzo para que la marcha del animal fuese apurada y así se frustrase el empeño de quien sobre él quisiera demorar la mirada.
Vista de Ouro Preto con la Igreja do Carmo,
proyecto en parte de Aleijadinho. (Foto de Bruno Girin)
EL MITO
Bretas, primer y fundamental biógrafo de Aleijadinho, fue un abogado, docente y político minero, nacido en 1814 y fallecido en 1866. La nota biográfica sobre el artista fue publicada 44 años después de la muerte de este y por ella es que se lo recuerda a Bretas hasta el día de hoy.
Tomé el texto de Bretas sobre Aleijadinho de la transcripción que hizo Sylvio de Vasconcellos en su libro Vida y obra de Francisco Antonio Lisboa, o Aleijadinho, publicado en San Pablo, en 1979, por el Instituto Nacional del Libro del Ministerio de Educación y Cultura (pp. 144-156).
Vasconcellos fue un arquitecto minero, impulsor del modernismo, historiador, escritor y burócrata.
En su biografía del artista declara haber excluido “los excesos encomiásticos y las fantasías legendarias de discutible interés. Por el contrario, se procuró retratar al hombre y no al mito, y paralelamente, la realidad de su obra y no su idealizada trascendencia.”
Por “respeto”, Vasconcellos se propuso emplear el nombre de bautismo del artista en lugar de su popular apelativo, puesto que remite a la mala conformación física. Sin embargo, no pudo excluir el término “aleijadinho” del título de su libro, y la palabra aparece 37 veces a lo largo del texto.
De acuerdo con Vasconcellos, la cantidad de obras que se han atribuido a Aleijadinho excede la capacidad de una vida humana. Actualmente existe una fuerte controversia respecto de cuáles de las piezas que circulan bajo el ahora valorado nombre del autor habrían pasado o no por sus mermadas manos. Solo ciertos recibos, documentando pagos de trabajos, que el propio artista redactó y firmó, garantizan certeramente la autoría de algunas realizaciones.
Retablo del altar mayor de la Iglesia de São Francisco, en São João del-Rei
(Foto de Alexandre Machado).
Estas ataduras con la realidad no afectan la naturaleza del mito ni su razón de ser. El carácter fantasioso del retrato que hace Bretas de Aleijadinho, ciertamente lo inscribe en una idea de lo brasilero útil al desarrollo del nacionalismo. Al parecer, la aproximación de Bretas al artista se dio cuando, en 1856, fue elegido por el gobierno de Minas Gerais como miembro de una comisión, propuesta por el Instituto Histórico y Geográfico Brasilero, encargada de reunir tradiciones y documentos relativos a la historia del naciente estado Brasil.
Sin embargo, más allá del papel ideológico que seguramente ha jugado el texto, propongo leer el Aleijadinho de Bretas como una pieza de literatura fantástica, que por su calidad de tal -y no pese a ella- da cuenta de algo que no puede decirse de otra manera y que se enraíza en la tradición de la narrativa popular, de la cual toma sus características excesivas y feéricas.
En tal sentido, la tarea de Bretas consistió en bajar al papel la tradición oral, con el gran mérito de no omitir sus ramificaciones aun si contradictorias e inverosímiles, ni suavizar el énfasis dado por los detalles siniestros. Las narraciones populares, por su oralidad que requiere de mnemotecnias, recurren a la hipérbole y al oxímoron, y al ser contadas una y otra vez se multiplican en diferentes versiones.
Puesto que la elaboración primaria de la leyenda de Aleijadinho debió haberse transmitido oralmente, su autoría es tan colectiva como anónima. El personaje creado va de lo fabuloso hasta el propio milagro. Dado su modus operandi, las espléndidas imágenes de Aleijadinho surgían en los templos como de la nada, en modo similar a las apariciones de la Virgen, ante los ojos admirados de la feligresía.
Es en su condición mítica que la historia de Aleijadinho cobra todo su sentido, pues de tal manera es como ha cumplido su función, tanto en la evangelización como en la construcción de la identidad cultural brasilera. Bretas parece haberlo comprendido y procurado transmitirlo así.
La última cena, Aleijadinho, viacrucis, Montesinhos, Congonhas (Foto de Ricardo André Franz).
LA ENFERMEDAD
No ha sido posible determinar cuál fue la enfermedad que aquejó a Aleijadinho, habiéndose propuesto una larga lista de entidades pertenecientes tanto a la medicina como a la fantasía. Entre ellas: lepra (imposible, pues hubiera redundado en su aislamiento), reumatismo deformante, bouba, zamparina, intoxicación por cardina, sífilis, escorbuto, artritis reumatoide, poliomielitis, porfiria.
Acaso el origen de su mal debe necesariamente quedar en el misterio. Es posible que así cumpla la función de favorecer la identificación de la gente con la figura de este héroe, que enfrentando tortuosas condiciones de salud, vence la adversidad mediante la creación.
Aleijadinho no es un mero artista, es un héroe del arte. Héroe en tanto hombre del común, y del origen más humilde, elevado a una categoría superior por su mérito extraordinario. La miseria cotidiana, llevada al extremo, se convierte en la prueba que el héroe, en su constitución, debe afrontar.
Es característico de este tipo de relatos la transmisión de una enseñanza o moraleja. Para el caso, la del humano que desafía y vence la desgracia del cuerpo a través de la realización artística.
La obra redime la existencia. Acaso una versión de la Pasión de Cristo en que la entrada en el Cielo se troca por la realización en el Arte, suerte de interpretación vernácula del Evangelio.
EL RECONOCIMIENTO
La producción innovadora del arte original latinoamericano post irrupción europea requirió un discurso que la avalara y, puesto que el Gran Arte Occidental en primera instancia la desconoció, el relato legitimador se gestó en la tradición popular. Recién a mediados del Siglo XX este arte encontró sus intelectuales, entre quienes se destacó José Lezama Lima.
El Barroco Americano es considerado por Lezama como “un arte de la contraconquista”. En sus palabras: “Así como el Indio Kondori representa la rebelión incaica, rebelión que termina como con un pacto de igualdad, en que todos los elementos de su raza y de su cultura tienen que ser admitidos, ya en el Aleijadinho su triunfo es incontestable, pues puede oponerse a los modales estilísticos de su época, imponiéndoles los suyos y luchar hasta el último momento con la Ananké, con un destino torvo, que lo irrita para engrandecerlo, que lo desfigura en tal forma que solo le permite estar con su obra que va inundando la ciudad de Ouro Preto, las ciudades vecinas, pues hay en él las mejores esencias feudales del fundador, del que hace una ciudad y la prolonga, y le traza sus murallas, y le distribuye la gracia y la llena de torres y agujas, de canales y fogatas.”
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LAS TRADUCCIONES
Vasconcellos advierte respecto de su versión del texto de Bretas: “Ortografía actualizada y ordenada, en lo posible, dada la compleja puntuación.” Por mi parte, me tomé la libertad de traducirlo en el sentido más aproximado a lo que entiendo como “el original”.
Agradezco a mi querida amiga la lingüista Cecilia Blezio por ayudarme a encontrar algunos términos para la traducción al español.
BIBLIO-FILMOGRAFÍA
-Las citas de Bretas y Vasconcellos pertenecen al libro de Sylvio de Vasconcellos: Vida e obra de Antônio Francisco Lisboa, O Aleijadinho, Companhia Editora Nacional / MEC, São Paulo, 1979. https://bdor.sibi.ufrj.br/bitstream/doc/418/1/369%20PDF%20-%20OCR%20-%20RED.pdf
-Las citas de José Lezama Lima están tomadas del ensayo “La curiosidad barroca”, publicado en el libro La expresión americana, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1969.
Información sobre Bretas:
-“Antes do Sphan: notas biográficas sobre a trajetória de Rodrigo Melo Franco de Andrade nas décadas de 1920 e 1930”, Maria Lúcia Bressan Pinheiro, Anais do Museu Paulista, São Paulo, Nova Série, 2023. https://www.revistas.usp.br/anaismp/article/download/208563/198299/652289
-“O Aleijadinho e o IPHAN. De Rodrigo Ferreira Bretas a Rodrigo Melo Franco de Andrade.”, de Myriam Andrade Ribeiro de Oliveira, parte de su ponencia en el Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, 13 de agosto de 2014.
-Sobre el tema del héroe en la narrativa popular cf. el clásico libro de Joseph Campbell, El héroe de las mil caras, Atalanta, Girona, 2023.
Documentales:
-O Aleijadinho, Joaquim Pedro de Andrade, 1978. https://www.youtube.com/watch?v=Inp_t1DBIsY&pp=ygUTYWxlaWphZGluaG8gYW5kcmFkZQ%3D%3D
-Aleijadinho, a arte de um gênio, TV Brasil, 2014. https://www.youtube.com/watch?v=3y_HHF9N9U4&pp=ygULYWxlaWphZGluaG8%3D