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Prefacio completo de "Hombrecitos improvisados de apuro. Cuentos de mujeres rioplatenses"

Lamentablemente los motivos que generaron el libro Hombrecitos improvisados de apuro. Cuentos de mujeres rioplatenses siguen tan vigentes como para justificar la publicación de su prefacio completo:

Fotos de August Sander


Hombrecitos improvisados de apuro es una colección de 29 ficciones acerca de la estupidez masculina en los vínculos eróticos y amorosos escritas por 32 autoras uruguayas y argentinas. No se puede decir que sea una antología pues los textos son en su mayoría inéditos y muchos de ellos fueron realizados especialmente para este libro.

 

Ante la falta de discurso: una explosión de relatos

Comencé a experimentar el machismo en carne propia con la publicación de mis primeros libros. Por lo general el lobo se disfrazaba de cordero: “Cuando me preguntan por escritoras uruguayas te menciono“, “Tus ficciones son tan ágiles que no parecen escritas por una mujer”. Sin embargo en las notas críticas me comparaban exclusivamente con escritoras mujeres… Esta vez estoy entre autoras por mi propia elección.


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No creo en la abolición de la desigualdad de género mediante la implantación de un vocabulario correcto. Antes bien creo que debemos analizar las palabras de nuestro vocabulario para darnos cuenta de cómo formatean nuestras ideas del mundo, abriéndonos o cerrándonos distintas posibilidades. Cabe mencionar que espontáneamente nadie envió para este libro ningún texto escrito en inclusivo, su ausencia no es producto de censura.


El término empoderarse no me suena bien, implica la práctica de una suerte de gimnasia para adquirir un atributo llamado poder. El empoderamiento femenino a su pesar encierra la vieja noción de que las mujeres somos seres incompletos. Como compensación a la falta que supone, sugiere una operación de llenado.


El poder se toma, y la palabra es su vía regia. Si algo nos hace falta no es reproducir los discursos existentes sino producir discursos nuevos, no repetir sino multiplicar.


Por otra parte, los florecientes estudios de la diversidad sexual cumplen un rol fundamental para repensar la subjetividad del colectivo más allá de las minorías. Sin embargo, al relativizar el peso de la oposición macho-hembra dejan en las sombras todo un campo de la experiencia cotidiana que este libro enfoca.


Eros brilla con luz propia y sin miramientos de corrección. La conciencia de género no elimina en buena parte de las mujeres la atracción hacia los hombres. Pese a todos los cuestionamientos vivimos en pareja o lamentamos no poder hacerlo, tenemos hijos o lamentamos no tenerlos. No aspiramos a que la diferencia entre mujeres y hombres se anule, porque esa diferencia tiene un gusto especial y único al que no queremos ni podemos renunciar.


El exceso de autocrítica, frecuente en las mujeres, también obedece a una ideología de la incompletud. De hecho, el puntapié inicial de Hombrecitos… fue la exasperación que me causó la película Un bello sol interior (Claire Denis, Francia, 2017, con Juliette Binoche). En ella la protagonista, involuntariamente y padeciéndolo, colabora con la humillación a que la somete todo tipo de hombrecitos despreciables, en una seguidilla que promete no tener fin.

 

Las bodas de Alcott con Schreber

El título de este libro nació de una unión, en apariencia imposible, entre Louisa May Alcott y el Presidente Schreber, dos escritores remarcables. Norteamericana y solterona ella -por auto-determinación, alemán y paranoico él -según auto-confesión. Contemporáneos durante 46 años, hasta finales del siglo XIX, época cuyo moralismo sigue pesando en nuestras costumbres.


Como todo flechazo el de Alcott y Schreber a los efectos de este libro fue imprevisible. Pero a los esquemas de género propios de una literatura “menor”, como la de libros para niños, y menor todavía para niñas, se mezcló la idea de seres inconsistentes, incapaces de responder con inteligencia y de sostener sus designios: los hombres improvisados de apuro (o “armados a la ligera”, según las traducciones) que aporta Schreber en la descripción de su delirio (Memorias de un neurópata, escritas entre 1900 y 1902). Efímeros ellos, no dejan de acosarlo. Nuestros hombrecitos son improvisados porque no están bien hechos, especialmente a la luz de nuestra época.


Mujercitas fue la primera novela que leí en mi vida, apenas aprendí a leer. El libro pertenecía a mi madre, que también lo había leído de pequeña. Hombrecitos fue mi segunda novela como lectora, y luego vinieron todas las otras obras de Alcott que pude conseguir. A Schreber lo conocí ya de adulta; como la mayoría de nuestros coetáneos, a través de Freud. Y me maravilló la capacidad de Schreber para registrar sus tan complejas cosmovisiones.


Durante mucho tiempo no me animé a confesar mis primeras lecturas. Creía que yo sería mejor escritora si en vez de Alcott hubiera leído a Salgari. Pero leer aventuras no era una opción para mí: yo era nena. Recientemente, con el desarrollo de este proyecto, la legitimidad de mi vergüenza se puso en cuestión. El interesantísimo ensayo de Anne Boyd Rioux sobre la recepción de Mujercitas (El legado de Mujercitas. Construcción de un clásico en disputa) hizo que comprendiera hasta qué punto mi valoración adulta de aquellas lecturas que tanto había disfrutado, y que seguramente, como a tantas mujeres, me abrieron el camino de la escritura, estaba marcada por burdos preconceptos machistas.


Actuar con libertad implica no limitarnos a los tópicos tradicionalmente destinados a las mujeres, como el campo de los sentimientos, las emociones y los deseos, pero sin renunciar a la exploración de la intimidad, ni al legado de nuestras antepasadas talentosas en esos terrenos donde las mujeres hemos buceado hasta lo profundo.


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“Mujercita” y “hombrecito” se han convertido en términos peyorativos en el habla vulgar. Parecería que en la vida real ya no queda de estos ejemplares de adulto en miniatura. Ahora se pasa de ser niña o niño a ser adolescente para finalmente devenir mujer, hombre o trans.


Sin embargo, al menos en el Río de la Plata, basta con visitar una juguetería cualquiera o el sector infantil de la mayoría de las librerías para encontrar que la dicotomía nena-varón lejos de haberse diluido está afianzada como nunca. De un lado la mancha rosa, del otro la mancha celeste, diferenciando con total nitidez, a simple vista, el sector femenino del masculino, los juguetes y los libros para uno u otro género. 


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Entre “improvisados” y “de apuro” se establece una redundancia que empleo en el título de este libro como énfasis. Por otra parte, la frase “Hombrecitos improvisados de apuro” genera un efecto cómico. Da el tono de un libro que puede hablar en serio permitiéndose la risa.

 

Estúpido/a

A nuestra particular boda entre Alcott y Schreber asistieron algunos invitados ilustres, entre los que corresponde destacar a Erasmo de Rotterdam y a Wilhelm Reich. También fue casual, los susurros de la cultura en el lado interno de mi oído cursaron la invitación.


Erasmo personificó a la estupidez como mujer, atribuyéndole explícitamente características “propias de su sexo”. Que yo sepa nadie ha pegado el grito en el cielo por eso, el Elogio de la estulticia sigue circulando incuestionable en su categoría de clásico. En cambio a mí sí me han enrostrado que la estupidez no tiene sexo. Y eso que tomé al Elogio, por su pertenencia a la sátira, como una de mis obras de inspiración, en uso del derecho a la crítica. 


¡Pues claro que la estupidez no tiene sexo! Eso cualquiera lo sabe. Aunque en la literatura imaginativa puede adoptar el género que sea. La ficción literaria permite encarnar fantasmas, dotarlos de discurso y escucharlos. La estupidez masculina convocó a un número suficiente de autoras y permitió reunir un número suficiente de textos como para demostrar su existencia. Se puede decir que -como las brujas- no existe, pero que la hay, la hay. Y se la reconoce por sus efectos.


La sabiduría popular conoce formas específicamente femeninas y formas específicamente masculinas de la estupidez, más allá del juicio de los bien-pensantes. De las primeras la literatura occidental se ha ocupado hasta el hartazgo, antes y después de Madame Bovary. De las segundas casi no hay testimonio ¡y eso no es justo! Ellos también merecen su lugar en el Purgatorio.


En lo personal, aun entendiendo la división entre lo femenino y lo masculino como un fenómeno eminentemente cultural, me importa sostener esta nominación dicotómica a los efectos de analizarla. Hemos sido criados a lo hembra o a lo macho. Eso tiene consecuencias que es preciso no ignorar.


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En cuanto a Wilhelm Reich, me resultó inspirador por el tono profético su texto Escucha, hombrecito, en el que denomina hombrecito al hombre-masa. Reich tutea al hombrecito, le habla al oído, le grita al oído. Como si la voz no viniera de afuera sino de su interior. Mediante la apelación peyorativa denuncia su mentalidad fascista, misma que habría de aniquilarlo poco tiempo después. Confío en correr mejor suerte.


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Elegí el término estupidez por su naturaleza subjetiva. Cuando una mujer dice o piensa de un hombre “¡es un estúpido!” hay una fuerza inherente a esa formulación, algo que solo se expresa de esa manera. Traducir estúpido a patriarcalista, machista, sometido al mandato de masculinidad, etc., conlleva una pérdida de sentido.


Esa acusación de estupidez puede referir a las más diversas actitudes. La idea de bucear en la estupidez masculina desde un punto de vista femenino apunta precisamente a recoger esa diversidad. 


Por otra parte, hablar de estupidez abre el camino a broncas que en la agenda del debate sobre la cuestión del género suelen quedar opacadas ante temas urgentes y pesados, como el feminicidio. Sin embargo, las amarguras de la vida cotidiana constituyen motivos no desestimables de infelicidad, lleguen o no a un desenlace trágico. Y por ello merecen mayor espacio en la discusión pública.


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Prefiero hablar de estupidez y no de maldad, locura o enfermedad mental. Las etiquetas de enfermedad mental sirven con obsecuencia a una de las industrias más poderosas del mundo: la farmacológica. En cuanto a la calificación de locura, por lo general en su carácter de anomalía, no hace sino acusar un desvío respecto de ciertos intereses o prejuicios propios de cierto momento histórico. La cuestión del mal, y la teosofía que implica, me exceden.


Además, seguir el hilo de la estupidez ha tenido un efecto operativo. Al tratarse de un concepto mil por ciento subjetivo, plantearlo como tema ha llevado a que cada autora ponga en juego sus cartas. El resultado es este libro polifónico.


Hombrecitos… se funda en la idea de que cada mujer tiene su propia noción de la estupidez masculina, ese oscuro factor que interviene en el malogramiento de las relaciones de una manera absurda, ridícula, innecesaria, falta de razón, o subsidiaria de una razón desfasada respecto de la vida actual, que sigue rigiendo el comportamiento según los mandatos de una lógica que responde al peso de un imaginario prescriptivo y entorpecedor del encuentro erótico. Claro que ese factor no es privativo de las mujeres, un amigo gay quiso colarse en el libro argumentando que él tenía mucho para decir sobre la estupidez masculina en lo vínculos eróticos…



Narrar

Hombrecitos… está formado por narraciones y no por ensayos. Ello se debe a varios motivos. En primer lugar a mi afición personal por la literatura creativa, campo en el que suelo encontrar mayor claridad y riqueza de ideas que en otros sectores de la cultura acaso más prestigiosos. Un relato que conmueve naturalmente lleva a la reflexión.


La invitación apuntó a generar una escritura lúdica, que diera lugar al humor en sus diversas tonalidades. Y a enfocar los efectos del patriarcado a nivel de la vida cotidiana, del sufrimiento diario, sin caer necesariamente en ese plano de la tragedia que inunda los Medios, las Redes y las apps. A pesar de ello la dimensión trágica recorre buena parte de los textos y no todos le oponen un humor que genere alivio. La heterogeneidad ha sido respetada también en este aspecto.


Por otra parte, la aventura narrativa conduce a sus agentes a decir más de lo que se proponen, introduciéndolos así en un terreno nuevo, que abre aprendizajes.


Las actuales discusiones feministas a menudo se desarrollan a través de unos pocos términos que tienden a repetirse sin ser siempre comprendidos, lo que merma su potencial crítico. Solo comprendemos realmente aquello que podemos expresar con nuestras propias palabras, o con palabras de las que logramos apropiarnos.


Aunque los relatos aquí reunidos constituyan ficciones su semejanza con los hechos reales no es en absoluto casual.

 

Polifonía

A los efectos de conseguir una pluralidad de voces Hombrecitos… salió en busca de una heterogeneidad de autoras. Partiendo de la premisa de que la narrativa no es una cualidad exclusiva de las escritoras y de que cada mujer tiene, de acuerdo con los avatares de su existencia, su propia versión de la estupidez masculina, Hombrecitos… fue gestándose.

En este libro coexisten ficcionadoras experimentadas con pretendientas de escritora; incluyendo poetas, ensayistas, periodistas, novelistas y dramaturgas que se prestaron a jugar en el terreno no familiar del texto breve. La diversidad etaria también juega su papel.


Fiel al espíritu de la convocatoria, no hubo ninguna restricción formal para la presentación de los textos. Cada una eligió el ángulo y la manera, la extensión y el área temática de su preferencia. Tampoco se intentó aunar posiciones ideológicas. Entre los distintos textos se pueden encontrar variadas contradicciones. Por ejemplo, en algunas historias las relaciones ocasionales son vistas con naturalidad, en cambio otras claman por la fidelidad conyugal.


Las autoras de Hombrecitos…, en partes casi iguales, son uruguayas y argentinas. Tampoco esto ha carecido de consecuencias. La mayor parte de estos textos tiene una fuerte impronta local, en la descripción de lugares y costumbres tanto como en el uso de la lengua. En algunos de ellos incluso se puede reconocer la influencia del sainete como literatura ripolatense de costumbres. Especialmente reconocible es la marca de Florencio Sánchez en la pintura de escenas familiares a través de las que se realiza una vivisección del funcionamiento social.


También aparecen en estos textos las costumbres propias de nuestra era internáutica. Las diferentes maneras en que los vínculos son afectados por las redes sociales y las aplicaciones, por ejemplo. Cómo en ocasiones por encima de la vivencia lo que prima es, material o imaginariamente, buscar la foto para publicar en redes y apps; imagen de la cual, milagrosamente, se desprendería una felicidad si no verdadera al menos pasible de ser mostrada.

 

Tópicos

Varios tópicos recorren los diversos textos: un examen pormenorizado de la cabeza del hombrecito, la imposibilidad de una relación disfrutable, la desconsideración hacia la mujer que puede terminar en directa criminalidad, las dificultades para lidiar con la estupidez sin enredarse en ella…

 

CABEZA DE HOMBRECITO

Varios de los relatos (Hombre de paja, Las ganas, Un altar de vírgenes, etc.) muestran el funcionamiento existencial de varios varones que confunden el mundo con su cabeza. Ya sea desde la prepotencia o la abulia, la simpleza o la viveza criolla, creen que a través de su imaginación pueden controlar el universo, al menos el pequeño universo de su vida cotidiana.

A estos hombrecitos les resulta imposible establecer vínculos reales. Las mujeres que se supone desean se convierten en figurines sin grosor, sin carne. No son capaces de desear con la fuerza necesaria para realizar su deseo.


Naufragan dentro de los estrechos límites de su cosmovisión pero, como carecen de autocrítica, lo ignoran, y, dado que necesitan el respaldo de sus certezas, desprecian lo que ignoran, negándose toda posibilidad de cambio.


En la mayoría de estos hombrecitos el pene, o mejor dicho lo que ellos en su megalomanía fantasean que su pene es, se encuentra en el centro de su cerebro y de ahí lo proyectan sobre el mundo.


Pero, ya sea que esa parte de su anatomía les funcione o les deje de funcionar, es tanta la expectativa que ponen en los efectos de su poder que terminan indefectiblemente decepcionados de una manera u otra.


Los textos que a la cabeza del hombrecito apuntan se mueven en la cuerda de un humor más que ácido, amargo, desencantado.

 

LA IMPOSIBILIDAD

La imposibilidad de una relación disfrutable constituye una zona temáticamente densa. En ella aparecen un gran número de aspectos que imposibilitan el encuentro erótico o amoroso en sus diferentes momentos, llevándolo a la ruptura o directamente a la nada.


Perderse de vivir el momento puede considerarse un mal menor, pero el hecho de no llegar a vivir una experiencia que se desea intensamente, jugándosela, empeñando el ser, puede provocar una frustración angustiosa. No vivir equivale a morir.


Varios de estos textos (Reproducción automática, El cielo clareaba como una despedida, Domesticidad, etc.) tratan acerca de la dificultad para comprender a quien se desea, en ocasiones tan inaprehensible como poético y misterioso. En algunas de las historias la imposibilidad afecta al encuentro sexual, en otras al vínculo o a la remota posibilidad de que algún vínculo llegue a establecerse.


En nuestro tiempo a menudo cuesta trazar la línea entre la seducción y el acoso. El exhibicionismo del sexting, por ejemplo, resulta aceptable o no según la reacción de la mujer en cuestión. Pero ella no siempre sabe cómo reaccionar, especialmente en estos terrenos nuevos del erotismo y también del cuestionamiento del sistema patriarcal.


El instituido levante entre compañeros de trabajo ha perdido en poco tiempo su tradicional capa permisiva. ¿Cómo acomodarse a los nuevos parámetros de respeto a las mujeres en lugares donde la prepotencia está sellada a fuego, como sucede en buena parte de los ámbitos laborales? ¿Cómo hacerlo sin proscribir a Eros?


El poder en los vínculos erótico-amorosos a menudo pasa por la imposición de esperas, es decir, el manejo del ritmo de los intercambios. Bancarse la ansiedad aparece a veces como una forma de sostener la relación. A menudo no vale la pena el esfuerzo, pero no siempre puede una simplemente detenerse.


¿No hay pija que le venga bien? A veces no, en ocasiones la súper-performance coital, química mediante, puede operar como un obstáculo en la relación e incluso para el placer de la mujer.

Con frecuencia la sensibilidad femenina, proverbialmente intensa, sus posibilidades creativas y sus altos niveles de exigencia, pueden espantar a quien no las comprende y está prevenido ancestralmente contra ellas.


De todos modos, más acá o más allá de la insatisfacción, en el territorio de Eros el otro nunca está donde se lo busca. Esto a menudo intensifica el hambre de quien desea. Y la hembra hambrienta suele jugar en las fantasías masculinas un papel demoníaco, convirtiéndose en el enemigo, de quien más vale huir.


El debilitamiento del mandato de ser macho que campea en nuestra época le otorga al hombre la libertad de no coger, de no formar pareja, de no prestarse a la reproducción de la especie. El otro apetecido se resiste también en legítimo ejercicio de sus derechos.

 

LA VIDA FAMILIAR

El ámbito de la familia es el de la mayor vulnerabilidad. La responsabilidad ante la mirada de los hijos, la culpa que generan las fallas, repercuten con una fuerza especial dentro de las paredes del hogar. Los relatos de esta sección van desde el insulto y la burla, generadoras de vergüenzas, hasta la violencia filicida, pasando por un espectro amplio de situaciones.


Siendo la familia el lugar privilegiado de la reproducción social en ella es donde la repetición de patrones relacionales se experimenta con especial crudeza.


Algunas de estas historias (Juego de niños, Chupar) presentan un pormenorizado análisis del insulto y la burla como formas “menores” de la violencia intrafamiliar. De ese modo restituyen el discurso que suele faltar en el acontecer de este tipo de maltrato. Se exhiben algunos de los mecanismos menos visibles, por más naturalizados, de la violencia, no punibles pero que marcan. Sin embargo, las pequeñas perversiones domésticas suelen tener efectos duraderos en sus víctimas, pueden recluir en el closet no solo a los homosexuales. Y la mujer arrinconada en la cocina todavía dista mucho de ser mera fábula del pasado.


El ámbito familiar es el escenario de buena parte de la vida cotidiana, desfilan por estas páginas algunas de esas instancias en que la familia ajusta sus nudos. Momentos privilegiados para el cortocircuito emocional: el asadito dominical, cumpleaños, entierros.


Otros textos hacen un corte longitudinal de la historia familiar como evocación y hasta como saga. En estos la repetición de modelos de género resulta visible como una genealogía del poder (Aurora).


Pero más allá de la violencia más o menos simbólica, los nuevos varoncitos y las nuevas mujercitas difícilmente se apartan de sus marcas, porque enraizado sobre la novela familiar suele haber cierto anudamiento del deseo que pulsa y es legítimo. En ocasiones la posibilidad de un cambio radical es vista como tirar al niño con las aguas.

 

DE LA DESCONSIDERACIÓN A LA CRIMINALIDAD

¿Qué se entiende por “responsabilidad afectiva” en los hechos? ¿En qué punto la falta de cuidado hacia el otro se convierte en una acción criminal? ¿Dónde termina la responsabilidad por los efectos de los propios actos y omisiones? ¿El hecho de usufructuar las fantasías femeninas para extraer un placer no retribuido debe permanecer impune?


La falsa libertad sexual de nuestra era post-pornográfica (Cf. E. Lissardi, La pasión erótica, 2013) no afecta por igual a machos y hembras. La sensibilidad femenina, a menudo culturalmente exacerbada, choca contra el muro de la indiferencia masculina, no menos mandatada. El derecho a la maternidad sobrevive a cualquier revolución y a menudo choca contra el derecho a la no paternidad. Por lo demás, el juego erótico fácilmente vira en tragedia. Los relatos que de ello tratan están impregnados de una angustia culposa.


Varias de estas historias (Una palada de cemento fresco jamás abolirá el azar, Inés, Gusanos, etc.) tratan acerca de relaciones destructivas y auto-destructivas, en el extremo suicidas. También se denuncian la omisión de asistencia, la violencia sexual bajo la forma del acoso, el abuso y la violación. No falta tampoco el homicidio agravado, con premeditación y alevosía, sin remordimiento, frío como la venganza.

 

¡QUÉ DIFÍCIL ES LIDIAR CON LA ESTUPIDEZ!

Algunos textos de Hombrecitos… (El poeta constante, Mi amigo Carlitos, Perros, etc.) muestran, cada uno a su manera, la dificultad para lidiar con la estupidez masculina sin darle una respuesta de desinteligencia complementaria.


Responderle al machirulo en sus mismos términos ¿no es acaso seguirle el juego, quedar atrapada en las redes de una lógica patriarcalista productora de infelicidad…?


Por otro lado, ¿cómo ser feminista hoy en día, cómo aflojar realmente las ataduras del patriarcado? El libro empieza con una advertencia: ¡cuidado con las instituciones! Incluso las organizaciones feministas. Aunque porten el más brillante de los eslóganes pueden atraparte en una lógica del poder que en vez de liberarte te someta con mayor ferocidad. Repetir consignas que no se entienden puede llevar a una trampa mortal. ¿Mortal o erótica…? Porque la excitación ante el encuentro, en que en principio nada estará excluido, se encuentra más allá de la corrección moral.

 

No en contra sino a favor

Apenas surgida la idea de Hombrecitos… la comenté con mi esposo, primer lector de mis escritos. Casualmente mi hijo estaba presente también. A mi esposo el proyecto le pareció bueno. Mi hijo, adolescente, comentó no sin sorna: “Mami, ¡te radicalizaste contra el patriarcado!”. Ninguno de los dos se dio por aludido, con toda razón. Sin embargo, no faltaron los cuestionamientos de varias invitadas al libro que rechazaron el proyecto alarmadas ante la eventualidad de maltratar a los hombres.


Dado ese tipo de preocupación y aunque suene absurdo, antes de terminar estas líneas quiero dejar constancia de que en este libro no hay seres humanos sino personajes de ficción. Y los hemos tratado con el mayor cuidado y la mayor dedicación, con todo nuestro amor -podría decirse, para que cada uno de ellos se desarrollara según su naturaleza, como corresponde a la labor literaria. Ellos han de ser buenos o malos dependiendo de la calidad de su factura.


Lo que en estas páginas se pone en tela de juicio son actitudes, posturas, vicios. Es decir: conductas, modos de proceder, propios de una sensibilidad -machista, patriarcalista o como gusten- en vías de extinción, pero que sigue dando coletazos. Y si las costumbres y su ideología son criticadas, ello se debe al deseo de cambio.


Por lo demás, en estas historias las mujeres no permanecen inmaculadas, la tendencia femenina a la autocrítica se cumple en ellas en variadas formas y grados.

 

Coda

Si bien en este prefacio planteo puntos de vista personales, ellos han sido fuertemente influidos no solo por la lectura de las historias que finalmente conformaron este libro sino también por el diálogo, generalmente por mail, mantenido con las autoras.


De la inspiración original a este producto final hubo un recorrido en el que la colaboración entre mujeres pasó del deseo a la realización.

 

Ana Grynbaum, Montevideo, junio de 2019.-


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