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Mathías Iguiniz sobre "Los secretos de Romina Lucas" en Semanario Brecha

En Los secretos de Romina Lucas, de Ercole Lissardi (Montevideo, 1950), se plantea una escena que presenta características similares a las del poema de Baudelaire, aunque con derivas del todo inesperadas. El protagonista de la novela sale a hacer algunas compras y tiene un encuentro de miradas con una desconocida que pasa en auto: «Nuestras miradas se encontraron. El tipo de cruce de mirada que tiene por objeto ponerse de acuerdo acerca de quién cruza primero. Sólo que no fue eso lo que sucedió. Para lo que sucedió no tengo palabras». La experiencia, agrega, fue un reconocimiento instantáneo y mutuo, una unión dispuesta desde siempre en otro plano de la existencia. Poco después, la mujer pierde la vida en un accidente de tránsito a unos metros del lugar. Allí donde el poema de Baudelaire termina, Lissardi encuentra la línea de fuga para dar rienda suelta a una narración sobre el deseo.


El protagonista se propone «revivir» a la mujer de quien poco después conocerá el nombre: Romina Lucas. Como un detective, comienza una pesquisa tras las pistas de su secreta vida erótica: conoce a sus amantes y explora sus fetiches. Los ecos baudelarianos de la primera escena toman la forma de una novela erótica en clave policial, dado que el protagonista, en este caso, sí decide lanzarse a la persecución de quien impresionó su mirada. En Los secretos de Romina Lucas confluyen tradiciones literarias que estuvieron –aunque de forma contradictoria– entre los principales intereses de Baudelaire: entusiasta lector de Edgar Poe, a quien tradujo, el poeta francés se dejó influenciar por sus historias de detectives. Sin embargo, rehuyó cultivar el género, ya que, como explica Walter Benjamin, por su sentimiento de pertenencia con los marginados, era imposible que se identificara con la figura del detective.15 Si bien el yo baudelairiano de «A una transeúnte» renace y de inmediato se resigna al vacío de cualquier ideal trascendente, las trazas de esta experiencia encuentran conexiones posibles que llegan hasta nuestros días. Puede leerse el texto de Lissardi como una reescritura contemporánea del poema, que encuentra en el deseo los canales para recuperar una trascendencia vinculada al erotismo.


(Comentario incluido en artículo sobre Baudelaire, adjunto supra el 20/4/2021)


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