Persona, de Ingmar Bergman (1966) tiene asegurado un lugar en la historia del cine tanto por la originalidad de su modo narrativo como por la profundidad del análisis de la relación entre sus dos protagonistas. Debiera de tener un lugar asegurado también en la historia del cine erótico (si es que alguna vez se escribe) por su lúcida utilización del poder de las palabras.
Jean Luc Godard, en tanto cineasta, era una especie de cinéfilo a la enésima potencia. Por algo escribió su libro Introducción a una verdadera historia del cine en la que pone cada uno de sus films en relación con los films que los inspiraron, o motivaron, como se quiera decir. No es entonces sorprendente que, aunque pertenecientes ambos cineastas a universos estéticos muy diferentes, el estreno de Persona lo impresionara tanto como para querer integrar alguna de sus innovaciones en alguno de sus próximos films. En 1967 Godard dirigió cuatro largometrajes, uno de los cuales fue Weekend.
Weekend
El tema de Weekend es la inminencia del final apocalíptico del mundo de la burguesía. Imposible no pensar en Luis Buñuel, que desde La edad de oro (1930), a El ángel exterminador (1962), a El discreto encanto de la burguesía (1972), y a Ese oscuro objeto del deseo (1977), nos ha dejado verdaderas joyas en la materia. Godard capta la dimensión política de El ángel exterminador y hace una referencia explícita en Weekend.
Pero Weekend comienza tratando el tema del erotismo burgués, y para eso lo que utiliza, sacándole todo el jugo, es lo que aprendió de la escena erótica de Persona. Como en el film de Bergman, en el de Godard, la escena erótica se juega por completo en un relato oral, sin imágenes que vengan a “ilustrar” los hechos relatados. Bergman se limita a sostener un interminable primer plano de la impresionante Bibi Andersson. El manejo de la voz de la actriz es tan intenso y expresivo que los espectadores más sensibles, al recordar el film, creerán que todo les ha sido mostrado cuando en realidad nada les ha sido mostrado.
Por supuesto que Godard no intenta imitar a Bergman: en su film no hay realismo psicológico y por consiguiente no hay primeros planos, y además, Mireille Darc, por supuesto, no es Bibi Andersson. Godard toma decisiones que le permiten llevar el procedimiento a otros niveles de significación. Para Corinne y su amante, que es por supuesto el amigo de su marido, Roland (Jean Yanne), dialogan, en two-shot junto a una ventana, que es la única fuente de luz de la escena, por lo que se ven en todo momento en silueta. Ellla le narra un encuentro sexual casual que ha tenido. Godard en su rechazo del realismo psicológico va más allá de no utilizar primeros planos: en la única escena de intimidad, los rostros de sus actores no son visibles.
Persona
Pero además, inevitablemente, introduce una importante variación en la forma en que la peripecia es narrada por Corinne y en que su amante interviene para pedir más detalles: el tono de los actores nunca es intenso ni expresivo, al contrario es por completo casual, como si la burguesita relatara a su marido, por demás indiferente, sus andanzas de compras en el shopping center. Los cambios que introduce Godard no tienen, por supuesto, la finalidad de diferenciarse en el uso del modelo bergmaniano: lo que hacen es convertir una situación erótica presuntamente compleja y profunda, exhibiendo la erótica burguesa como una simple cuestión de consumo. Como sucede con todos los objetos y las promesas del consumo, el erotismo burgués puede relumbrar por un rato como si fuera oro, pero acabado el rato, resulta no ser más que mierda, descartable y prescindible.