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Reseña de "Edén", de Ercole Lissardi, por Gustavo García para La prensa

La producción literaria del escritor Ercole Lissardi es tan profusa y abundante como la cantidad de escenas sexuales que despliega en sus historias de erotismo explícito. No hay límites, tampoco restricciones. Sus relatos fluyen con una libertad desbordante.



El autor uruguayo ha escrito a lo largo de su carrera un total de 26 novelas, un libro de cuentos y 4 ensayos. Es un experto en el resbaladizo terreno del erotismo, donde el arte y la ordinariez están apenas separados por una frontera delgada y permeable.


En su última obra, Edén, Lissardi vuelve a salir airoso. Reconstruye desde los escombros una relación amorosa entre dos personas entradas en años. En el túnel del tiempo de los recuerdos, en ese pasado que surge súbitamente claro para el protagonista, despliega su talento narrativo para traer al presente episodios sexuales de alto voltaje.


Hay detrás de las escenas más candentes un argumento que las sostiene. Caerían en el sinsentido si no hubiese algo más para contar. Aunque, vale decirlo, en este caso el relato de fondo es previsible y su cierre podría haber sido trabajado con mayor esmero.


Para el lector que disfruta de las escenas de sexo repletas de detalles, Edén es una invitación a la lectura. Y entre cruce y cruce, algo de filosofía de cabotaje: “Medio siglo en términos vitales es la distancia entre el final del comienzo y el comienzo del final de una vida”.


La novela, ambientada en Montevideo, recrea también un ambiente abúlico, un espacio con otra dinámica, por completo contrastante con la vorágine porteña. De alguna manera esa atmósfera en la que parece haberse detenido el tiempo ha servido también para conservar en estado de hibernación una relación que dos personas en el final de sus días pugnan por revivir.


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