En una arqueología de la falsa crítica literaria le daría su lugar al artículo publicado por Mercedes Estramil en el número 491 de El País Cultural (16 de noviembre de 2007), una página dedicada a saludar la existencia de la por entonces novel editorial Hum, misma que dos años más tarde comenzaría a publicar las novelas de la propia Estramil -¡oh, casualidad!-.
Ya en la fotografía puede percibirse cierta exclusión.
Entre los autores de Hum de aquel momento Estramil destaca a Ferreiro, Polleri y Lissardi. El apartado dedicado a Lissardi comienza así: “Ercole Lissardi (seudónimo ya revelado de un escritor uruguayo nacido en 1950) lleva años de sostenida (auto) marginación en las estanterías literarias. Desde notas y ensayos publicados en Relaciones o Brecha”, a las que pueden sumarse presentaciones de libros de un circuito también esquivo (Roberto Echavarren, Amir Hamed, Ana Grynbaum), Lissardi se posiciona como ajeno a “las reglas del juego”. Aplicadas a su obra, reglas inoperantes en cuanto sustentan una antinomia en la que él no cree: erotismo de un lado, pornografía del otro.”
Analicemos por partes:
Ercole Lissardi no es el seudónimo de un escritor uruguayo que se llamaría de otro modo, sino el nombre del escritor en cuestión (nombre de pluma, que le dicen). Es como si se dijera que Voltaire es el seudónimo de un escritor de apellido Arouet. Dato, por lo demás, irrevelante.
En cuanto a las “estanterías literarias” referidas, de las cuales se acusa a Lissardi de auto-marginarse, ¿cuáles serán? ¿A quién pertenecerán y dónde estarán ubicadas? ¿Se podrá acceder a ellas libremente? En 2007 Lissardi llevaba publicados 10 libros que circularon ampliamente por librerías y escritorios de críticos literarios uruguayos y también argentinos.
Más allá del enigma de “las estanterías literarias” está la cuestión de la supuesta auto-marginación. Un autor –como cualquier ciudadano- tiene sobradas razones para tomar distancia con su medio social, especialmente cuando este medio le resulta desagradable o pernicioso. Ahora bien, ¿para qué un autor, prolífico –por lo demás-, querría marginar sus obras…? El ulterior desarrollo de la carrera literaria de Lissardi desmiente, urbi et orbi, cualquier hipótesis auto-marginatoria. Entonces, ¿cuál sería la intención de quien supuestamente hacía crítica literaria al acusar, contra toda evidencia, a un autor de auto-marginarse?
Pero este auto-marginado autor, que sería Lissardi según Estramil, no se auto-marginaba solo. Participaba en las “presentaciones de libros de un circuito también esquivo (Roberto Echavarren, Amir Hamed, Ana Grynbaum)”. ¡Un grupo de auto-marginados reunidos! Como una reunión de auto-ayuda de catatónicos. ¡Cuánta imaginación!
Lo del circuito esquivo funciona como una profecía autocumplida. Es el discurso erigido desde un lugar de poder el que afirma la exclusión, cualquier mirada no distraída ni cómplice lo puede ver.
En lo que a mí respecta, la inclusión de mi nombre en el círculo de los excluidos me resultó llamativa por varios motivos. En primer lugar mis “compañeros” de exclusión eran escritores con vasta trayectoria y reconocimiento, en cuanto que yo había publicado apenas dos libros.
Cualquiera hubiera dicho que mi inclusión en el circuito esquivo se debía al hecho de estar casada con Ercole Lissardi –o con el titular de su documento de identidad-. ¡No quiero pensar una cosa así de la autora del artículo…!
Lo extraño fue que todo lo que tuvo Estramil para comentar de mi obra fuera esa frasecita del circuito esquivo. Puesto que lo afirmó tan ligera y segura, debía tener mucha información que se ha guardado. ¿¡Por qué!?
La verdad es que en casa muchas veces nos reímos imaginando posibles versiones del circuito esquivo y sus actividades clandestinas. En lo personal, no he querido excluirlo, ni auto-excluirlo, de una eventual arqueología de la falsa crítica literaria.
¡Ah! El artículo luego habla de Romina Lucas y después pasa a Polleri. Pero este comienzo me parece suficiente.-